Galilea Montijo está viviendo una de las etapas más desafiantes de su vida personal: no solo enfrentó un divorcio que sacudió su estabilidad emocional, sino que también tuvo que aceptar una de las decisiones más difíciles como madre: su hijo Mateo decidió irse a vivir con su padre.
En un emotivo episodio de Netas Divinas, la conductora del programa Hoy se sinceró como nunca antes sobre la separación de su hijo, a quien procreó con su exesposo Fernando Reina. Y aunque ha mantenido una sonrisa frente a las cámaras, la realidad detrás de bambalinas la tiene rota.
“A mí Mateo me pidió: ‘Mamá, me quiero ir con mi papá’… Y yo dije: ‘¿Cómo? ¡Soy tu mamá!’”, confesó Galilea con la voz entrecortada.
El joven Mateo, en plena adolescencia, tomó la iniciativa de mudarse a Acapulco con su padre. Aunque Galilea intentó negarse, terminó cediendo, entendiendo que su hijo necesitaba esa cercanía paternal. Pero eso no hizo que el golpe fuera menos doloroso.
“Se me cayó el mundo. Me sentí la peor mamá del mundo. Caminaba como zombi… me quería morir”, expresó Galilea con la franqueza que pocas veces muestra frente al público.
Aunque actualmente está en una relación con el modelo español Isaac Moreno, Gali no oculta que la ausencia de su hijo la ha dejado con un vacío que ni el amor de pareja puede llenar.
Aún con el corazón en pedazos, Montijo intenta ver el lado positivo. Reconoce que la adolescencia es una etapa retadora y que probablemente, vivir con su padre le esté dando a Mateo herramientas que ella, desde su dinámica de trabajo en la ciudad, no podía ofrecerle.
“Está en el club de Toby, como digo yo. Platican de cosas de hombres. Y eso también es necesario”, aceptó entre lágrimas.
Esta revelación ha generado una ola de empatía entre sus seguidores y también ha abierto el debate sobre los roles tradicionales en la crianza. Galilea dejó claro que, aunque hoy se siente fragmentada, confía en que el tiempo la ayudará a sanar y a reforzar su lazo con Mateo, incluso a la distancia.
“No estamos preparadas para que se nos vayan… y aún así, tenemos que dejarlos volar”, cerró Galilea con la voz quebrada pero el corazón firme.
Una confesión valiente, cruda y profundamente humana que expone la otra cara de la maternidad que pocos se atreven a mostrar.

