Después de década y media de rumores, pleitos fraternales y la eterna duda de “¿volverán algún día?”, Oasis volvió a pisar tierra mexicana y lo hizo en grande: con un Estadio GNP Seguros reventado por más de 60 mil fans que convirtieron la primera de dos noches en un ritual de nostalgia, lágrimas y rock and roll.
Liam y Noel Gallagher, esos hermanos que juraron no compartir escenario nunca más, aparecieron puntuales a las 21:00 horas, tomados de la mano como si los 90 hubieran vuelto de golpe. Apenas sonaron los acordes de Hello y la multitud explotó en un coro ensordecedor que cimbró el recinto. “Gracias México, esto es $&@$# maravilloso”, gritó Liam con esa arrogancia que sus seguidores veneran.
El público, vestido como si hubiera viajado directo desde Manchester —parkas, lentes oscuros y actitud desafiante— se entregó de inmediato. Himnos como Bring It Down, Cigarettes & Alcohol, Fade Away y Supersonic retumbaron en cada rincón, mientras las pantallas proyectaban imágenes que transportaban a todos al corazón del britpop noventero.

La mancuerna fue clara: Liam, irreverente y gritón, se encargó de incendiar a los presentes, mientras Noel, más sobrio, soltó frases en español y arrancó ovaciones al cantar Little By Little. Pero el clímax llegó con Stand By Me, coreada entre lágrimas por jóvenes y veteranos que jamás imaginaron volver a escucharla en vivo con los Gallagher juntos.
La velada cerró con pólvora pura: Live Forever, Rock ‘n’ Roll Star, Slide Away y la infaltable Champagne Supernova, que desató una euforia colectiva imposible de describir. Oasis no solo cumplió: dejó claro que, aunque los años pasen y las peleas sigan, su música sigue siendo un fenómeno generacional capaz de unir a miles bajo una misma voz.














